Javier Duarte de Ochoa fue una de las figuras de la juventud política que acompañó al grupo de Enrique Peña Nieto; hoy es un apestado del poder. Su salida del gobierno de Veracruz es tardía, ineficaz e irrelevante porque no va acompañada de una decisión federal de reconstruir el tejido social, político y moral de la entidad.
El dilema al interior del grupo gobernante fue muy estrecho: obligar a Duarte dejar el gobierno desde 2014 o dejarlo a su supervivencia propia. El problema fue de enfoque: la crisis en Veracruz se asumió desde el poder como personal, del gobernador, pero en la realidad tenía todos los indicios de una crisis de sistema político, de liderazgo y sobre todo de responsabilidad presidencial no sólo por haber prohijado a Duarte sino por haberlo dejado a sus propias contradicciones.
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