Luis Rubio / El Siglo de Torreón
¿Apostar por el desarrollo o por la influencia? Para
las grandes potencias no existe distinción: una cosa se deriva de la
otra. Pero la disyuntiva es real para un país que todavía está por
lograr el desarrollo y satisfacer las necesidades, incluso las más
elementales, de su población. El asunto se tornó álgido cuando un
brasileño derrotó a Herminio Blanco como cabeza de la Organización
Mundial de Comercio. Muchos le recriminaron al gobierno por haberse
concentrado en sus relaciones económicas con el exterior en lugar de
construir una capacidad de influencia en el mundo. La derrota duele,
pero el país ha tomado la apuesta correcta, aunque no con la intensidad
requerida.
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