Alejandro Nadal / La Jornada
La muerte de Nelson
Mandela es aprovechada por decenas de jefes de Estado para exhibirse
como líderes y estadistas. El protocolo diplomático es desplegado en
todo su esplendor, rodeando a mediocres y absurdos personajes de un
manto protector que les hace verse como jefes y dirigentes respetados.
La exaltación de la figura de Mandela como el prócer de la libertad les
hace sentir más cerca de una legitimidad que no tienen. Pero un análisis
más objetivo del legado de Mandela permite comprender por qué el
homenaje a Mandela es tan explotado por las clases gobernantes de todo
el mundo.
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