Santiago Lago Peñas / El País
El Estado de bienestar es un afortunado accidente histórico.
En sus distintas variantes y en todos los elementos que lo configuran, desde
los servicios públicos universales al papel desempeñado por las relaciones
entre sindicatos y empresarios a escala estatal, es algo contemporáneo y
limitado geográficamente. Me temo que no existe garantía de que se vaya a
extender a otras áreas o, incluso, que vaya a permanecer sin cambios
sustanciales donde hoy lo disfrutamos. El contexto está mutando, y con ello se
alteran los cimientos sobre los que aquel se desarrolló.
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