Pierpaolo Barbieri / El País
En las ceremonias de
entronización papal desde el siglo XV hasta entrado el XX, un miembro del
séquito tenía la responsabilidad de recordarle al pontífice la verdadera
naturaleza del poder: al menos tres veces le repetía Sic transit gloria mundi.“Así pasa la
gloria del mundo” es la frase perfecta para un cardenal siendo consagrado
vicario de Cristo. Ya decíamos en estas páginas que el Gobierno argentino se
negaba a entender que el poder nunca es eterno. Entre un resultado claramente
adverso en las elecciones legislativas del 27 de octubre y la desafortunada
enfermedad de la presidenta Cristina Fernández, el mensaje parece haber
llegado, tardíamente, a Buenos Aires.
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