Los informantes que han puesto al descubierto el espionaje, las
intrigas, los sabotajes y otras actividades ilegales de los organismos
de seguridad nacional estadunidenses no son simples “denunciantes”, como
si se tratara de ciudadanos que buscan corregir las pocas fallas de un
sistema democrático. Se trata de personas que se han rebelado contra un
sistema autoritario, inmoral e ilegal del que alguna vez fueron parte.
El embate del Estado no se hace esperar: son juzgados como delincuentes,
traidores o terroristas. Matar al mensajero, al mensaje y al receptor
parece ser la divisa del campeón de la democracia
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