Luis Rubio / El Siglo de Torreón
Un profesor en una universidad canadiense era famoso porque nunca
reprobaba a nadie. Un día, algunos de sus alumnos argumentaron en un
debate que las políticas del gobierno eliminarían la pobreza y se
convertirían en el gran factor igualador de la sociedad. Escéptico, el
profesor les propuso hacer un experimento: a partir de ese momento él
promediaría las calificaciones de todo el grupo y nadie obtendría una A
(un diez para nosotros) y nadie reprobaría. Vino el primer examen, el
profesor promedió y todo mundo obtuvo una B. Los que habían estudiado
duro estaban molestos, en tanto que los que habían estudiado poco
estaban contentos. Luego vino el segundo examen: los alumnos que habían
estudiado mucho en la primera ocasión estudiaron menos y los que habían
estudiado poco no estudiaron. La calificación promedio fue una D. En el
tercer examen el promedio fue F, que equivale a reprobado. El
experimento mostró una faceta de la naturaleza humana que los políticos
en el mundo en general no acaban de entender: no se puede legislar un
resultado.
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