A partir de 2016 el PIB chino debería igualar al de EE UU, para doblarlo en 2030
Miguel Ángel Bastenier / El País
El presidente norteamericano, Barack Obama, y su homólogo chino, Xi
Jinping, se entregaron la semana pasada en California a un primer
ejercicio para el reordenamiento de las relaciones entre Washington,
superpotencia hegemónica desde mediado el siglo XX, y Pekín, que se
globaliza a marchas forzadas como gran potencia del siglo XXI. Pero en
las jornadas, celebradas en el peor momento de la presidencia
norteamericana por el escándalo de las escuchas de la CIA, un subtexto
estuvo en la mente de todos: un día China puede alcanzar económica y
políticamente a EE UU. A partir de 2016 el PIB chino debería igualar al
norteamericano para doblarlo en 2030. Y existe el peligro de que el
tránsito entre ambas fechas sea traumático para la aún hoy primera
potencia, si cae en una nueva versión del debate de los cincuenta sobre
“¿quién perdió China?”, referido a la derrota de los nacionalistas de
Chiang por los comunistas de Mao en 1949, pero con la fórmula de “¿quién
perdió el número uno?” (Kishore Mahbubani, The Great Convergence).
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