miércoles, 8 de febrero de 2012

LA ECONOMÍA ASISTENCIALISTA

FRANCISCO ANTONIO SERRANO CAMARENA / EL DIARIO DE COAHUILA
Mucho se ha hablado sobre las debilidades del sistema económico nacional y de las penurias de un gobierno a todas luces carente de posibilidades para resolver la problemática de las excesivas necesidades básicas de la población mexicana, que crecen de manera inversa a los recursos sociales disponibles para cubrirlas.
La economía de la asistencia se basa en un gobierno que transfiere recursos de manera directa a la población ante situaciones "urgentes" o "inesperadas" (lo que denota una falta de planeación), más que la creación de oportunidades para que sea ella misma quien las resuelva. El problema asistencial radica en que no crea las condiciones necesarias para que la población sea autosuficiente y la problemática no se repita. Por el contrario se crea una dependencia de la ayuda que impide el desarrollo y limita ampliamente las posibilidades de un cambio de la situación.
El Gobierno Federal y en gran medida los gobiernos estatales son asistencialistas porque esto conviene a sus interés. Esta dependencia representa votos y por lo tanto control de un grupo de personas que no tendrán otra opción sino extender la mano para recibir las dádivas que se les quiera dar. Es claro que la gran perdedora de este proceso es la democracia.
La sequía del norte del país representa uno de los ejemplos más recientes relacionados a este tema. Por ejemplo, el Gobierno Federal ha lanzado con bombo y platillo su programa asistencial para "ayudar" a los campesinos a tener agua para sus necesidades más básicas aduciendo que les llegará por cielo, mar y tierra. Sin embargo, esos treinta y tantos mil millones de pesos no se aplicarán a la creación de presas o embalses para solucionar el problema permanentemente. Terminándose la sequía o los recursos, todo volverá al punto incial.
Otro ejemplo se puede citar a partir de la demanda de becas que hacen los padres de familia para cubrir los costos de la educación de sus hijos. Si los salarios fueran más adecuados, no habría necesidad de pedir becas, o simplemente si las escuelas de gobierno no dependieran de las "cuotas" cobradas a los padres para el mantenimiento de sus activos (que debería correr a cargo del erario público), la situación sería diferente.
Los programas de asistencia social no están ligados a un solo partido político, todos los tienen en mayor o menor medida. El punto central radica en que México es un país que gasta demasiado en asistencialismo y poco en programas de desarrollo. Por las razones que sean, se está dejando pasar una oportunidad importante para buscar políticas públicas que cambien esta situación. Sin embargo, tampoco la población quiere pedir soluciones, le agrada la asistencia recibida, pues implica una reducción de la carga de trabajo. Sólo hay que esperar a que los medios lleguen para que alguien voltee a ver a esa población y la ayuda llegue.
En otras latitudes del mundo, los programas asistenciales se están reduciendo en favor de programas de desarrollo que mantengan el sistema económico en marcha, donde el trabajo y los salarios sean los factores encargados de resolver la necesidad. En Chile por ejemplo, la manera de apoyar a las personas de la tercera edad en ciudades es buscándoles actividades remuneradas que los hagan sentir útiles (mientras la movilidad física se los permita), como en el caso de algunos oficios que hasta terapéuticos resultan y las transferencias directas son sólo para aquellas personas que no pueden ya moverse mucho o casi nada. Estas ideas en México están muy lejos ya que ni siquiera forman parte de los temas de la agenda pública.
Dejar de lado la economía asistencialista será costoso políticamente para el sistema mexicano, pero no hay más opciones si se quiere un país diferente y también porque los recursos financieros cada vez son más limitados. Ya se ha dicho muchas veces que "al hambriento no hay que darle el pescado, hay que enseñarlo a pescar". El trabajo y un salario digno son las únicas alternativas para una sociedad más justa deseosa de un futuro más alentador.

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