martes, 29 de noviembre de 2011

CRISIS, VOTOS Y PARADOJAS

Alberto Aziz Nassif / El Universal
El caso español nos puede servir para mirar lo que hacen otras sociedades con su democracia. Las recientes elecciones españolas se pueden ver como el castigo a un Gobierno y a su partido político. Era tal enojo de los ciudadanos ante la crisis y el manejo político del Gobierno socialista, que decidieron abandonarlo y empujar al partido más fuerte de la oposición, el PP. Así, el PSOE tuvo su peor derrota histórica desde la transición. ¿Qué paradoja expresa este proceso en la actual crisis europea?
Según algunos observadores, en cualquier elección suele ser más importante analizar las razones de la derrota, para entender qué pasa en un país. Si se considera que el PSOE perdió más de 4.3 millones de votos y que el PP sólo ganó un poco más de 550 mil votos, entonces los que perdieron con mayúsculas fueron los socialistas y obviamente ganaron los populares, pero sólo con un incremento menor respecto al que perdió. ¿A dónde se fueron esos millones de votos socialistas? Una parte al PP, otra más importante se repartió en una fragmentación de opciones entre los partidos pequeños de distinto signo ideológico (CiU, UPyD, IU); una más se fue a las filas de la abstención que superó la marcas históricas y se ubicó en 28.4%; y unos 650 mil votos se fueron al voto nulo y al voto en blanco.
Estas elecciones se dieron en el contexto de la terrible crisis por la que atraviesa Europa, sobre todo la eurozona y, de forma particular los países deudores como España, Grecia e Italia. En los tres ya ha habido cambios políticos importantes como la caída de Berlusconi y de Papandreu y la derrota de Zapatero. En estos países hay un clima de callejón sin salida: si los gobiernos ponen en práctica planes de recortes y austeridad, la sociedad se rebela y los tira del poder; pero, al mismo tiempo, si no se ponen en operación estos planes los mercados provocan una penalización en las tasas de riesgo y en la falta de rescates financieros, y la situación social termina por agravarse con más desempleo y malestar en las condiciones de vida. No es fácil la solución de este callejón.
¿Qué hizo la ciudadanía española en las elecciones frente a la crisis de desempleo y deuda que atrapa a ese país? Un Gobierno —supuestamente— de izquierda que aplica un modelo de derecha se vuelve una contradicción irritante. Un programa de austeridad que además agrava las condiciones de vida, sumado a una tasa de desempleo 21%, es una bomba de tiempo para cualquier democracia que quiere ganar un periodo más. Si además se añaden actitudes torpes, dudas y errores, la situación se vuelve insostenible. Ante este deterioro político Zapatero y el PSOE tomaron dos decisiones: primero el presidente se descartó para competir y llegó Alfredo Pérez Rubalcaba y segundo, gracias a la flexibilidad parlamentaria, se adelantó la fecha de las elecciones. Pero no se alcanzó a recomponer la imagen del PSOE. En España, a diferencia de Italia, se optó por un político, Mariano Rajoy, y no por un tecnócrata, como fue el caso de Mario Monti.
Otro de los graves problemas que enfrenta la crisis europea son los reclamos, igualmente legítimos, entre la ciudadanía de los países deudores y la de los países acreedores. Los primeros no quieren la imposición de medidas que se deciden en Bruselas o en Berlín; los segundos tampoco quieren seguir con programas de rescate que también afectan su bienestar. La crisis europea ha expresado las contradicciones en el diseño de una moneda común que se ha fracturado por los desniveles internos. El problema de fondo es si la eurozona tendrá la capacidad de cambiar su diseño para establecer condiciones fiscales y de transparencia, que puedan llevar a esa democracia posnacional a conservar la moneda común. Dentro de este contexto el triunfo de Rajoy tiene implicaciones inmediatas. Muy poco le duró el gusto de la celebración porque no pasó ni un día cuando empezaron a tocarle la puerta para que definiera su programa de austeridad. Hoy los españoles esperan el programa del PP. Es paradójico que el voto de los españoles corrió a los socialistas por no hacer políticas de izquierda, pero los populares sacarán muy pronto unas enormes tijeras, harán políticas mucho más ortodoxas que lo que hizo el PSOE, y muy pronto Zapatero será un recuerdo ligth de lo que viene. En suma, el voto de los españoles alcanzó para cambiar al Gobierno, pero poco tendrá que decir sobre las decisiones externas que les impondrán desde Bruselas y Berlín, es decir, políticas que limitarán el bienestar y la incierta reactivación de su economía.
Si el cambio español fue por una confusión de programas entre izquierdas y derechas como respuesta a la crisis, en México estamos también ante una alternativa paradójica: ir de regreso al pasado con el PRI o la posibilidad de abrir el futuro hacia una nueva opción progresista y democrática.

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