martes, 6 de septiembre de 2011

EL PAÍS DE LOS INFORMES DE GOBIERNO

Alberto Aziz Nassif / El Universal
Si juntáramos los Informes de gobierno de las últimas tres décadas para hacer un concentrado de las visiones que han tenido los presidentes, el resultado sería un país maravilloso. El Quinto Informe de Felipe Calderón no es una excepción a la regla de dibujar al país con logros extraordinarios.
Este Informe tiene, además de sus cifras y valoraciones positivas, una estrategia: presentar a un gobierno con logros importantes y a un país con perspectivas muy positivas para el futuro inmediato, a pesar de la sombra de la inseguridad. Se trata de la última oportunidad para hacer un balance antes de las elecciones presidenciales. Lo que se diga en el Sexto Informe dependerá de lo que suceda en los comicios, pero esa será otra historia.
La ceremonia del Informe ha cambiado de manera importante. Del día del presidente y los nutridos besamanos, pasamos al día en contra del presidente, con múltiples expresiones de impugnación y rechiflas. Luego se llegó al extremo: en el último Informe de Vicente Fox no lo dejaron entrar al Congreso. Después cambiaron las reglas y ahora sólo se entrega el documento del Informe y al día siguiente el presidente da un mensaje a la clase política, pero fuera del Congreso. Así el presidente sólo va al Congreso a tomar posesión al inicio de su mandato y regresa, seis años después, a entregar la banda presidencial al terminar su administración; en eso quedó la ceremonia del Informe. Las formas cambiaron de forma importante, pero las estrategias argumentativas del discurso político presidencial permanecen vigentes: cada presidente nos quiere convencer de que ha gobernado de la mejor manera y ha logrado hacer cosas extraordinarias, que antes no se habían hecho.
Los tiempos en el discurso expresan la jerarquía del país de Felipe Calderón. Si la lectura del texto duró alrededor de 80 minutos, el 40 por ciento se dedicó al tema de inseguridad y a la estrategia gubernamental. En el otro 60 por ciento del tiempo se trataron los temas de la economía, la política social, la política ambiental y la democracia. En la parte final se hizo una síntesis de logros y la presentación de la visión utópica del país maravilloso y nuevo que está por llegar. La estrategia estuvo encaminada a mostrar que México va muy bien, a pesar del problema de la inseguridad. Era esperable que el tema de la inseguridad se llevara la mayor parte del tiempo, porque es un problema muy grave y es la preocupación más importante de la ciudadanía.
Este fue un Informe de contrastes, a pesar de la visión optimista. No se puede decir que haya habido propiamente un triunfalismo, el margen de Calderón para estos lujos del pasado es demasiado estrecho. Hubo un reconocimiento de la gravedad del crimen, que ha llegado a carcomer las instituciones del Estado. Pero, al mismo tiempo, se enfatizó que la “estrategia integral” que se aplica es la correcta: combate frontal, reconstrucción institucional y recomposición del tejido social. Calderón volvió a reiterar sus convicciones de que el rumbo y la decisión son acertadas, y desde ese lugar hizo gestos hacia las víctimas, imitó al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad con un minuto de silencio por las víctimas y dijo que estaba abierto al diálogo sobre la estrategia. Institucionalmente ordenó crear una procuraduría social para la atención de víctimas, lo cual no garantiza de forma automática un mejor trato.
Ante los informes de gobierno es necesario confrontar cifras y valoraciones. Se pueden enumerar un conjunto amplio de datos que relativizan el optimismo oficial. En materia económica, se presentó a México como un país con avances importantes en su competitividad; sin embargo, el carácter monopólico en múltiples áreas de su economía llevan a dudar de la afirmación. No se dijo nada de la precariedad laboral, del salario de hambre que cada día alcanza para menos, del crecimiento de la pobreza. No se mencionó una palabra sobre la gigantesca desigualdad del ingreso. Sobre la política social se enfatizó la cobertura universal en salud que está, supuestamente, por alcanzarse. Pero no se habló de las enormes deficiencias y huecos del Seguro Popular. Parece que cuando se habla de grandes cifras resulta complicado ser crítico con la prestación real de servicios. El optimismo de las grandes tesis se viene abajo en los detalles y las prácticas, en el país real de todos los días que viven los ciudadanos.
La parte sobre la democracia fue, quizá, el único tema con un poco de autocrítica. Se habló de la crisis actual, de la falta de resultados, de la frustración ciudadana, de cómo falla la representación, de la brecha entre políticos y ciudadanía y del dominio de los intereses particulares. Un ejemplo emblemático es el IFE, que está incompleto desde octubre del 2010. Una vez concluido el paréntesis de optimismo presidencial, México regresa a su triste realidad…

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