José Luis Arévalo / El Universal
Justo han pasado ya 21 años desde la caída del Muro de Berlín y ¿qué ha sucedido en el mundo a raíz del tal acontecimiento? ¿En realidad se terminaron las divisiones y ese momento marcó el parteaguas del antes y el después de una era, una época y una serie de divisiones políticas?
Recuerdo que corría más o menos el mes de agosto de 1993 cuando, trabajando como su camarógrafo, el periodista Aniceto Menéndez entrevistaba a un eslovaco que logró cruzar el muro para pasar a Europa Occidental. Y recuerdo cómo ese hombre, como muchos otros, contaban aquella historia como si se tratara del mayor reto para un ciudadano de la Europa comunista. Cruzar desde Eslovaquia hacia Austria para después llegar a Alemania era toda una odisea que incluía nadar por las aguas del Danubio a escondidas, luego llegar con un grupo de hombres que conocían la ruta y que “acompañaban” a los interesados, burlando a la policía, a los militares y a cuanta autoridad fuera necesario.
El motivo de este eslovaco para llegar del otro lado no sólo era una cuestión económica, sino de vivir esa adrenalina que solamente se puede sentir cuando uno se enfrenta cara a cara con un militar. Han pasado estos 21 años y muchos de esos “héroes” o de esos valientes hombres quizás ya murieron y otros han de seguir contando esa historia que en estos tiempos en Europa son verdaderas vivencias.
Alemania, luego de su reconstrucción y a pesar del Muro de Berlín, es sin duda uno de los principales motores de la economía en Europa. Es además uno de los países que más han apoyado la integración de otros países vecinos a la Unión Europea. Probablemente lo hacen en un plan de reconciliación eterna por lo cometido en esa guerra, pero también en parte por ese espíritu unificador que la caída del Muro trajo a los alemanes.
Sin embargo, mientras más pasan los años y la competitividad de la economía libre que vive, Europa se vuelve más encarnizada; son muchos los alemanes —y muchos los de países ex comunistas— que anhelan o extrañan aquellos años. Los ciudadanos europeos de países como Alemania (la del Este), Eslovaquia, Rumania, República Checa y la misma Rusia —con todo y que no forma parte de la Europa comunitaria— que vivieron los años de la Guerra Fría, consideran que los actuales gobiernos ayudan poco y ganan demasiado. Consideran también que ese espíritu socialista se ha perdido y los gobiernos poco hacen por ayudar a los más necesitados. Como consecuencia, los partidos comunistas de muchos de esos países han ganado algo de terreno en cada una de las elecciones que se han realizado en algunos de esos países.
Sin embargo, y buscando dar respuesta a las interrogantes iniciales, ese Muro de Berlín, que dividió un país en dos y que limitó las relaciones entre un mismo pueblo, que ideológicamente era la pieza medular entre dos sistemas políticos, nunca fue tan cruel y despiadado como otros muros en donde la dignidad humana se ve pisoteada.
Y puedo hablar de dos muros que son indignos por mucha justificación que se les quiera dar. Primero el del Medio Oriente. El muro que divide a Israel y Palestina ha frenado el crecimiento del territorio árabe, ha cambiado su forma de vida, ha encerrado la esperanza y el desarrollo de los palestinos, quienes por mucho que estudien o traten de salir adelante, se ven frenados por un muro que, además, sin respeto alguno, les ha robado territorio.
El muro en el Medio Oriente es una provocación para el incremento a la violencia. Separa dos pueblos. Mientras que a uno le da tranquilidad y seguridad, a otro lo humilla y lo deja fuera del alcance de cualquier superación. El reto de cada día, como el de aquel eslovaco, es cruzarlo para tratar de comprar algo o llevar un poco de dinero, si se puede hacer algún trabajo del lado israelí. Hay pueblos palestinos que debido al muro se quedaron sin escuelas, farmacias u hospitales. Fue irracional su construcción, como lo es ese conflicto armado.
Y hay otro muro, el que tenemos más cerca, el que pone en riesgo la vida de miles de inmigrantes latinoamericanos en su lucha por llegar al sueño americano. El que por la falta de políticas integrales con los Estados Unidos ha producido la desintegración familiar, el asesinato de muchos hombres y mujeres, la xenofobia y el racismo. Ese muro que divide a México y los Estados Unidos ha sido la última alternativa para poner fin a la inmigración ilegal, sin conseguirlo. No es el remedio, porque estas miles de personas cruzan con un sueño que muchas veces se vuelve pesadilla. Ahí está ese muro, con sus cruces en recuerdo de todos los que ahí mueren.
Así que han pasado ya 21 años y tal parece que el Muro de Berlín no dejó alguna lección, por lo menos para estadounidenses e israelíes. Ojalá y así como año con año se recuerda su destrucción, se hiciera lo necesario para empezar a festejar la desaparición de otros muros que son igual o aún más indignos y que, a la fecha, son motivo de excitación para los audaces que tratan de cruzarlos sabiendo, de antemano, que su vida corre peligro a cada instante.
Periodista
Justo han pasado ya 21 años desde la caída del Muro de Berlín y ¿qué ha sucedido en el mundo a raíz del tal acontecimiento? ¿En realidad se terminaron las divisiones y ese momento marcó el parteaguas del antes y el después de una era, una época y una serie de divisiones políticas?
Recuerdo que corría más o menos el mes de agosto de 1993 cuando, trabajando como su camarógrafo, el periodista Aniceto Menéndez entrevistaba a un eslovaco que logró cruzar el muro para pasar a Europa Occidental. Y recuerdo cómo ese hombre, como muchos otros, contaban aquella historia como si se tratara del mayor reto para un ciudadano de la Europa comunista. Cruzar desde Eslovaquia hacia Austria para después llegar a Alemania era toda una odisea que incluía nadar por las aguas del Danubio a escondidas, luego llegar con un grupo de hombres que conocían la ruta y que “acompañaban” a los interesados, burlando a la policía, a los militares y a cuanta autoridad fuera necesario.
El motivo de este eslovaco para llegar del otro lado no sólo era una cuestión económica, sino de vivir esa adrenalina que solamente se puede sentir cuando uno se enfrenta cara a cara con un militar. Han pasado estos 21 años y muchos de esos “héroes” o de esos valientes hombres quizás ya murieron y otros han de seguir contando esa historia que en estos tiempos en Europa son verdaderas vivencias.
Alemania, luego de su reconstrucción y a pesar del Muro de Berlín, es sin duda uno de los principales motores de la economía en Europa. Es además uno de los países que más han apoyado la integración de otros países vecinos a la Unión Europea. Probablemente lo hacen en un plan de reconciliación eterna por lo cometido en esa guerra, pero también en parte por ese espíritu unificador que la caída del Muro trajo a los alemanes.
Sin embargo, mientras más pasan los años y la competitividad de la economía libre que vive, Europa se vuelve más encarnizada; son muchos los alemanes —y muchos los de países ex comunistas— que anhelan o extrañan aquellos años. Los ciudadanos europeos de países como Alemania (la del Este), Eslovaquia, Rumania, República Checa y la misma Rusia —con todo y que no forma parte de la Europa comunitaria— que vivieron los años de la Guerra Fría, consideran que los actuales gobiernos ayudan poco y ganan demasiado. Consideran también que ese espíritu socialista se ha perdido y los gobiernos poco hacen por ayudar a los más necesitados. Como consecuencia, los partidos comunistas de muchos de esos países han ganado algo de terreno en cada una de las elecciones que se han realizado en algunos de esos países.
Sin embargo, y buscando dar respuesta a las interrogantes iniciales, ese Muro de Berlín, que dividió un país en dos y que limitó las relaciones entre un mismo pueblo, que ideológicamente era la pieza medular entre dos sistemas políticos, nunca fue tan cruel y despiadado como otros muros en donde la dignidad humana se ve pisoteada.
Y puedo hablar de dos muros que son indignos por mucha justificación que se les quiera dar. Primero el del Medio Oriente. El muro que divide a Israel y Palestina ha frenado el crecimiento del territorio árabe, ha cambiado su forma de vida, ha encerrado la esperanza y el desarrollo de los palestinos, quienes por mucho que estudien o traten de salir adelante, se ven frenados por un muro que, además, sin respeto alguno, les ha robado territorio.
El muro en el Medio Oriente es una provocación para el incremento a la violencia. Separa dos pueblos. Mientras que a uno le da tranquilidad y seguridad, a otro lo humilla y lo deja fuera del alcance de cualquier superación. El reto de cada día, como el de aquel eslovaco, es cruzarlo para tratar de comprar algo o llevar un poco de dinero, si se puede hacer algún trabajo del lado israelí. Hay pueblos palestinos que debido al muro se quedaron sin escuelas, farmacias u hospitales. Fue irracional su construcción, como lo es ese conflicto armado.
Y hay otro muro, el que tenemos más cerca, el que pone en riesgo la vida de miles de inmigrantes latinoamericanos en su lucha por llegar al sueño americano. El que por la falta de políticas integrales con los Estados Unidos ha producido la desintegración familiar, el asesinato de muchos hombres y mujeres, la xenofobia y el racismo. Ese muro que divide a México y los Estados Unidos ha sido la última alternativa para poner fin a la inmigración ilegal, sin conseguirlo. No es el remedio, porque estas miles de personas cruzan con un sueño que muchas veces se vuelve pesadilla. Ahí está ese muro, con sus cruces en recuerdo de todos los que ahí mueren.
Así que han pasado ya 21 años y tal parece que el Muro de Berlín no dejó alguna lección, por lo menos para estadounidenses e israelíes. Ojalá y así como año con año se recuerda su destrucción, se hiciera lo necesario para empezar a festejar la desaparición de otros muros que son igual o aún más indignos y que, a la fecha, son motivo de excitación para los audaces que tratan de cruzarlos sabiendo, de antemano, que su vida corre peligro a cada instante.
Periodista
No hay comentarios:
Publicar un comentario