martes, 26 de octubre de 2010

DÉFICIT Y SUPERAVIT FISCAL; Y LA POLÍTICA HACENDARIA

Jesús Alberto Cano Vélez
La política hacendaria versa sobre el ingreso y el gasto del gobierno y de cómo salda su diferencia, sea éste déficit o superávit. Los efectos de estos flujos en la economía no son neutrales. Es decir, afectan a los agentes económicos, que somos todos, y a su comportamiento en la economía.
El ingreso de la hacienda pública proviene esencialmente de los impuestos, que impactan al contribuyente porque le sustrae capacidad adquisitiva para satisfacer sus requerimientos personales y familiares, y, por el otro lado, el gasto gubernamental provee los bienes sociales que la propia sociedad ha determinado como necesarios.
De ahí las divergencias y los debates que surgen en torno a su determinación y también en torno a los complejos procedimientos que los países establecen para decidir esos importantes asuntos. Por ello la relevancia de la participación obligada, en su determinación, de los poderes ejecutivo y legislativo y, a veces, hasta del judicial.
Las divergentes percepciones que con frecuencia se dan pueden llegar a ser muy significativas y hasta llegar a dividir a la población. En ocasiones esas diferencias provienen de percepciones ideológicas y en otras se debe a la necesidad de asignar los escasos recursos entre varios objetivos, sin poder alcanzar a cubrir todos.
Entre los temas más mencionados y controvertidos, cuando se habla de la política hacendaria, es el déficit o superávit en las finanzas públicas; déficit cuando el gasto es superior a los ingresos, o superávit cuando los ingresos sobran porque no se gastó todo lo presupuestado.
El pensamiento económico keynesiano considera que tarda mucho tiempo para que se restablezca el equilibrio en una economía, después de haber sufrido un shock, con desempleo, si ese desequilibrio es atribuirle a un nivel de gasto inferior al de la oferta de bienes y servicios. En ese caso, esa escuela de pensamiento económico recomienda que las autoridades monetarias y hacendarias generen capacidad adquisitiva, con déficits hacendarios, financiados con recursos nuevos, inyectados a la economía.
Y a la inversa, que habiendo presiones inflacionarias por una demanda superior a la oferta de bienes y servicios, la política recomendable es "enfriar" la economía, bajando la demanda agregada, con un superávit hacendario; o sea, dejando de gastar la totalidad de los ingresos recaudados.
El shock de 2008
A finales del año 2007 se desparramó como reguero de pólvora en la economía global un problema muy grave por el inadecuado manejo de los sectores financieros en los países del primer mundo; a consecuencia del pensamiento emanado del "Consenso de Washington" del segundo Bush, en el sentido de que los mercados, dejados solos se regulan mejor; de manera que las autoridades financieras de esos países dejaron de intervenir como en el pasado, permitiendo prácticas malsanas en sus mercados de valores; de manera que los fondos de ahorro con malas calidades en sus activos financieros se vendieron en los mercados del mundo, causando pérdidas extraordinarias a los que inocentemente suponían buena calidad de los activos en los que invertían.
Con gran rapidez se desplomaron los valores de un número importante de fondos de ahorro y sus ahorradores perdieron mucho dinero, o sea capacidad adquisitiva, como si les hubieran robado parte de sus ahorros. La consecuencia fue una demanda mundial real o potencial súbitamente reducida, dejando una oferta de bienes y servicios que ahora no se podían comprar.
Varios países del primer mundo, como Estados Unidos y el Reino Unido, para evitar el contagio de una posible depresión como la de los años 30 del siglo XX, optaron por compensar la reducción drástica de la demanda agregada que se vertía sobre sus economías, con déficits hacendarios muy significativos. Pasaron de déficits de 2.2% del Producto Interno Bruto en promedio de 2005 a 2008, a unos de 10% anual en 2009 y de nuevo en este 2010. Y sus precios no sufrieron inflación, por la oferta excedentaria que existía para satisfacer la nueva demanda creada por la acción de sus autoridades hacendarias y monetarias.
Otros países exitosos como Alemania, Francia, Italia y Australia también manejaron sus haciendas públicas para generar demanda agregada, si bien en dimensiones más modestas. En algunos casos se pasaron de ser superavitarios a deficitarios o de déficits más bajos a unos mayores.
Finalmente, en América Latina, Brasil se fue de un déficit de 3% del PIB en 2005-2008 a uno de 5.3% en 2010; Argentina, de un superávit de 1.5% del PIB a un déficit de 1.3%; Chile de superávits anuales de 7% del PIB en 2005-2008 a déficits promedios de 3% en 2009 y 2010.
La lección ha sido clara: que un manejo adecuado y oportuno de la hacienda pública, para asignarle una misión proactiva a las finanzas públicas puede ser una solución para salir de los momentos difíciles que pueda vivir un país y una manera de evitar desempleos masivos y niveles de pobreza como los que hemos sufrido en México.
Nuestro país ha registrado déficits del gobierno de entre 0.3 y 0.7 por ciento del PIB en los últimos años y el Ejecutivo Federal, con su fuerte rechazo ideológico a elevar esos niveles, insistía en presupuestar uno de 0.3% para 2011, no obstante que se espera que en 2010 registremos un déficit de 0.7% del PIB. La negociación fue dura y no obstante que algunos de nosotros insistimos en niveles mayores, quedó en 0.5% del PIB.
En compensación propusimos, y fue aceptado, un programa cualitativo para elevar el empleo del segmento más desprotegido de la población, que es el de la juventud, con la Ley del Primer Empleo, que ha propuesto el senador Manlio Fabio Beltrones, y consta de una exención tributaria a empresas que contraten a jóvenes entrantes al mercado del trabajo. Así generaremos oportunidades a los jóvenes y los iremos canalizando al mercado formal y no a las tentaciones del mercado de empleos informales que la desesperación a veces promueve.
Quiere decir que si bien, en el 2011 no se mejore cuantitativamente la pobreza en el país, ni ganaremos gran cosa en la meta de bajar el desempleo total de la economía (en los mercados formal e informal), donde sí podremos avanzar es en generar más empleos en el mercado formal para nuestros jóvenes.
Para un esfuerzo mayor, que es el que necesitamos, esas grandes decisiones requieren de la participación amplia de todos los poderes políticos del país. Esperemos que el próximo año las condiciones políticas permitan un mayor esfuerzo.
(*) Presidente de El Colegio Nacional de Economistas

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