viernes, 12 de marzo de 2010

LA DEMOCRACIA Y SU DESENCANTO

José Fernández Santillán / El Universal
El pasado martes 9 de marzo se publicó en estas páginas una encuesta nacional realizada por Berumen y asociados bajo los auspicios de EL UNIVERSAL. Los resultados son de llamar la atención: 69 por ciento de los mexicanos han caído en el desencanto respecto de la democracia. Las principales razones de esta decepción radican en el abuso de poder, la corrupción y el incumplimiento de las promesas de campaña. Además, 56 por ciento de los encuestados consideran que la situación por la que atraviesa México actualmente es inestable o muy inestable.
El trabajo de Berumen mueve, al mismo tiempo, a la preocupación y a la reflexión. A mi parecer, los ciudadanos tienen sobradas razones para estar insatisfechos con el mal funcionamiento de nuestra democracia. Los mexicanos pensamos, erróneamente, que el agotamiento del viejo sistema autoritario y la adopción de un régimen basado en el pluralismo y la participación nos llevaría, directo y sin escalas, a una condición mejor que la anterior en todos los órdenes. Desafortunadamente, no ha sido así. Seguimos arrastrando lastres del pasado como los indicados en esa encuesta: excesos de nuestros gobernantes; malos manejos de los recursos públicos, y demagogia.
Vivimos una contradicción entre la existencia de una democracia que, ciertamente, ha hecho efectiva la competencia por el poder (tanto así que se logró alternancia) y la persistencia del patrimonialismo (confusión de los recursos públicos con los bienes privados) en el que encajan perfectamente los motivos de queja de la ciudadanía. A mi parecer experimentamos un oxímoron, es decir, una contradicción en los términos: la nuestra es una democracia patrimonialista. No hemos logrado empatar nuestra democracia con lo que Max Weber llamaba el sistema legal-racional a partir del cual, en Europa, se erradicó, o por lo menos se acotó, el patrimonialismo.
No debe sorprendernos, por tanto, que el país esté pasando por momentos de inestabilidad. Lo que sucede en el Congreso es elocuente. No hemos emprendido las reformas que nos permitan abandonar, de una vez por todas, la institucionalidad que correspondió al sistema autoritario y fijar un arreglo político distinto. Lo que hemos hecho es irle poniendo parches a nuestro entramado institucional. Viendo las cosas como están, las palabras del maestro Guillermo Héctor Rodríguez cobran una impresionante actualidad. Él decía que “en materia de democracia, los mexicanos importamos un piano y lo armamos marimba”. Hay, pues, una tarea pendiente en cuanto al rediseño del Estado. Ojalá y la reforma política en puerta, para seguir con la metáfora del maestro Rodríguez, no termine por ser otra tablilla más del teclado de nuestra desvencijada marimba.
Con todo y lo mal que estamos, hay una buena noticia: 72 por ciento de los encuestados consideran que la democracia es la mejor forma de gobierno y no estarían de acuerdo en que un dictador tomara el poder, incluso si pudiera resolver los problemas económicos y darle un empleo a cada uno de los ciudadanos. Eso debe de haberle dolido hasta el alma a los promotores del modelo asiático que procura el bienestar social a costa del sacrificio de los derechos civiles y políticos.
Los mexicanos compartimos, más bien, la afirmación de Norberto Bobbio: “Prefiero la más imperfecta de las democracias a la más perfecta de las dictaduras”. De allí debemos partir para mejorar lo que hoy tenemos porque quien no tiene una meta tampoco tiene un camino.
Académico del Tecnológico de Monterrey (CCM)

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