Por Jesús Silva Herzog Márquez - Pulso de San Luis
Dentro de unas semanas comenzará, con toda formalidad, la monodia autoritaria. Tomarán protesta de sus cargos los integrantes de la nueva Corte y del flamante tribunal del látigo. Habrá terminado la polifonía que entrelazaba distintas voces, distintas melodías, distintos ritmos. Todas las piezas del Estado cantarán a una sola voz.
Se pintó al juez como el enemigo del pueblo. Desde el gran poder se emprendió una campaña feroz que lo culpabilizaba de las peores atrocidades: burócrata opulento, defensor del privilegio, cómplice del crimen, enemigo del voto. Se encargó a militares la función de describir sus traiciones frente a la nación. La reforma que se propuso no tenía más lógica que ser vehículo de un escarmiento. No la precedió un diagnóstico sino el rencor. Se trataba de castigar a los insolentes y de segar las bases de la independencia y del profesionalismo judicial. Se torcieron las reglas para entregarle a la mayoría una representatividad que no le confiaron los electores. Se compraron senadores para alcanzar los votos necesarios para dar el golpe definitivo a la separación de poderes. La corrupción parlamentaria se exhibió orgullosa y cínicamente. Los voceros del gobierno ofrecieron argumentos para justificar la compra del voto definitivo. Las instituciones electorales consintieron o abarataron todas las ilegalidades. Finalmente se puso en marcha un operativo ilegal para poner a delegados del régimen en las posiciones de mayor relevancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario