Rolando Cordera Campos - Periódico La Jornada
Por años, poco más de un siglo, los mexicanos hemos pretendido apropiarnos del tiempo y trazar caminos y retratos del futuro. No en balde la revolución aquella –con R mayúscula, sin duda– buscó desplegarse en planes y programas de alcances varios, pero siempre con la idea de construir un porvenir desde el presente.
Tal vez con esta práctica buscábamos dejar atrás aquel “presente continuo”, que décadas después alertó a algunos de los grandes estudiosos del capitalismo tardío, como nuestro recordado Norbert Lechner, a quien le tocó vivir y sufrir el adelanto bárbaro de la soldadesca encabezada por Pinochet y sus esbirros y los desvaríos de los Chicago boys, que querían entronizar al mercado como único criterio y referencia para la construcción del mundo ilusorio del neoliberalismo. Aquel despropósito derivó en un régimen sangriento y arbitrario que permitió instalar una salvaje imaginería económica que, a sangre y fuego, buscó implantarse en la tierra de Allende como una realidad futurista para el resto del globo.

No hay comentarios:
Publicar un comentario