Carlos Ramírez - El Independiente
Una vez que transcurrió la parafernalia mediática en medios mexicanos –y ajena en la feligresía– por la muerte del Papa Francisco y la designación de León XIV en la sociedad secreta del Cónclave, México tendrá que regresar a sus temas prioritarios: las presiones de todo tipo por parte del presidente Donald Trump en materia de seguridad fronteriza, geopolítica, narcotráfico y sobre todo la inevitable reformulación del T-MEC a partir de las necesidades estadounidenses.
La respuesta mexicana al tema del Tratado es adecuada en cuanto a la necesidad de trabajar el frente interno productivo, pero ahí el principal problema para el cual no hay solución mágica o automática radica en que la política económica y de desarrollo de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo está definida y fijada en términos de las prioridades sociales de los gobiernos de la 4-T; es decir, que el gasto presupuestal de bienestar se come todos los recursos y no hay capacidad de inducción de las finanzas públicas para volver a construir un modelo de desarrollo industrial y agropecuario desde el Estado.

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