- El presidente ultraderechista completa los primeros 12 de meses de mandato con la inflación bajo control y alta popularidad, mientras impulsa una agenda que corroe la convivencia democrática
Federico Rvas Molina - Argentina - El País
Javier Milei es un político inesperado. Saltó al poder sin escalas desde un plató de televisión y en un año se convirtió en un fenómeno de dimensiones continentales. Hoy se considera “un topo” que llegó a la Casa Rosada para destruir desde dentro el Estado y así lo está haciendo. Desde el 10 de diciembre del año pasado, cuando juró como presidente, cerró 13 ministerios, despidió a 30.000 empleados públicos y redujo hasta un 74% el dinero destinado a pensiones, educación, salud, ciencia, cultura y desarrollo social. Los mercados celebraron de inmediato el superávit fiscal y el derrumbe de la inflación, resultado del “mayor ajuste de la historia de la humanidad”. La contracara han sido cinco millones de nuevos pobres y una recesión económica que, sin embargo, apenas ha afectado a la popularidad presidencial.
Milei promete que es solo cuestión de tiempo para que “las fuerzas del cielo” que lo guían en su lucha contra “la casta” y el “socialismo” conviertan a Argentina en “una potencia mundial”. La mitad de los argentinos le cree. Y mientras el mundo observa encandilado al “líder más popular del planeta”, como él mismo se define, en el país sudamericano avanza casi en silencio una agenda negacionista del cambio climático y la memoria histórica de la dictadura, la igualdad de género o la justicia social. Todo suma en la cruzada contra “los zurdos de mierda”, una “guerra cultural” que Milei condimenta con insultos que encienden a los seguidores y desconciertan a una oposición diezmada.

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