Por Luis Miguel González - El Economista
Estamos superoptimistas con el nearshoring y con razón. Estamos tan optimistas que quizá no ponemos atención suficiente a los nubarrones que se están acumulando en ese pedazo de cielo tan peculiar que es el T-MEC. Hay conflictos nuevos por la importación de acero chino presuntamente disimulado por México y por algunas decisiones en aviación y política aeroportuaria.
Hay conflictos no resueltos por el maíz transgénico; también por la interpretación de las reglas de origen automotriz y la política energética. Es la sobreprotección a Pemex y CFE y el pasito tun tun que llevamos en la transición a energías limpias. El T-MEC es como una serie de Netflix donde en cada capítulo hay conflictos. A veces estamos tranquilos. Para esos momentos, están las quejas relacionadas con los asuntos laborales.
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