- No exige una reestructuración de la deuda a los prestatarios
- Impone un margen un 3% superior a los costes de financiación de referencia
La ciudad de Pekín, en China. Foto: Alamy
Marta González - elEconomista.es
Al Fondo Monetario Internacional (FMI) le ha salido un digno rival: China. El país asiático lleva años concediendo en secreto "préstamos de emergencia" millonarios a naciones al borde de una crisis financiera. En total, se calcula que en los últimos años ha otorgado 30.000 millones de créditos a 165 regiones con rentas baja y media, a través de más de 300 instituciones gubernamentales y entidades estatales chinas.
En teoría, el objetivo de estos préstamos es que las naciones receptoras puedan seguir pagando su deuda externa mientras mantienen las compras de importaciones, todo ello sin tener que cumplir las recetas austeras del FMI. En la práctica, permite a China ampliar su influencia a nivel mundial -mediante el acceso a los gobiernos ricos en materias primas, con grandes mercados o puertos marítimos estratégicos- al tiempo que reduce las opciones estratégicas de las potencias rivales, EEUU y Occidente.

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