Salvador García Soto - El Siglo de Torreón
En la historia del presidencialismo mexicano ha habido todo tipo de estilos y costumbres cuando se habla de la relación entre los presidentes y sus amigos y colaboradores. Desde los presidentes que hicieron del gobierno una agencia de colocaciones para sus cuates y cuotas, hasta los que llegaban al poder ya con un grupo político al que consolidaron e impulsaron en su sexenio o los que de plano desconocían a los amigos estando en la Presidencia y hubo hasta un presidente que recurrió a empresas de head hunters para seleccionar a los miembros de su gabinete.
En el caso del presidente López Obrador, en los tres años de su gobierno, hay ya una constante que se repite: las salidas abruptas y en algunos casos sorpresivas que terminan a veces de manera estridente y terminan con funcionarios y colaboradores que a veces por renuncia, otras por despido, terminan abandonando el gabinete en condiciones no siempre tan dignas e incluso algunos terminan siendo humillados y maltratados por el presidente que un día los contrató y lo ensalzó.
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