- México recibe cada día decenas de migrantes que provienen de un país altamente infectado de coronavirus

Mexicanos que han sido deportados viajan en una camioneta de migración en Reynosa, Tamaulipas.HECTOR GUERRERO
La policía fronteriza de Estados Unidos ha devuelto esta madrugada a varios grupos de migrantes a México, unos kilómetros al sur. En la oscuridad de la noche, han cruzado el río Bravo, atravesado un canal con el brazo en alto para que no se moje el celular y echado a correr hacia McAllen entre matojos y espinos, pero los han pescado. Llegan empapados y con barro hasta las orejas y aquí no hay metáforas que valgan. La pistola les apunta a uno tras otro y se ilumina un puntito rojo en su frente: no tienen fiebre. ¿Tos? ¿dolor de cabeza? Tiritando de frío, escuchan un discursillo sobre los riesgos del coronavirus. Cualquier asintomático puede ser contagioso sin saberlo. Les han puesto unos cubrebocas y les han dado un refrigerio, un sándwich, agua, una naranja. Estados Unidos es su objetivo, con virus o sin él. Allí están ya algunos de sus familiares y les espera “una vida mejor”. Repiten esas tres palabras sin saber qué contendrán en el futuro. Sin darse cuenta de que ahora hay un nuevo enemigo al otro lado de la frontera que ya ha matado a miles de personas. No importa, ellos seguirán retando al río una noche más. Y otra. Y la policía, hará lo propio.
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