- Si dejas que privaticen los cuidados, la honestidad, la igualdad y el esfuerzo te vas a enterar de que conservarlas no sale a cuenta
Nuestras vidas son los ríos que van a morir a un hospital. Eso lo entendimos ya de escolares. Lo que no sabíamos es que llegaría un tiempo de repugnancia máxima en el que hasta con nuestra enfermedad y nuestra muerte algunos harían negocio. Para los madrileños primero fue la privatización de la funeraria. Nadie hará películas ni series de aquel Chernóbil, que tuvo su juicio, su prescripción, su condenita, sus miserables cinco minutos de indignación colectiva. Llegó tras apropiarse de la palabra libertad quienes solo aspiran a que gocen de libertad los que tienen dinero para pagársela. Pero su discurso ha triunfado. Que se lo digan al saliente Ayuntamiento de Madrid derrotado tras una histórica reducción de deuda con honesta gestión. Han perdido votos, según dicen, por esa libertad imprescindible para que los coches caros puedan detenerse en doble fila y sacar dinero del cajero allá donde se les ponga en la punta del parachoques. Ese mismo amaño de libertad grita a los cuatro vientos que los ciudadanos tienen derecho a elegir sus médicos, sus hospitales, su farmacia. Ya vamos aprendiendo lo que eso quiere decir. Desmontar lo público en beneficio privado.
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