Carlos Vargas Sepulveda - Sin Embargo
“¡Se quedó gente abajo! ¡Están gritando! ¡Doblen la varilla para que puedan salir!’’, dijo un hombre minutos después de que el Colegio Enrique Rébsamen, ubicado en la Delegación Tlalpan, se derrumbara el pasado 19 de septiembre.
Un niño herido y cubierto de polvo apareció frente a él y fue rescatado, sin embargo, a sus espaldas, compañeros y maestros luchaban por sus vidas junto a cientos de personas que se arremolinaron en el lugar como rescatistas voluntarios en los siguientes días y horas.
Hoy, 30 días después, la multitud ya no está y el enorme edificio que albergaba el centro educativo es un cadáver de concreto entablado. Y aunque la atención de políticos y medios ya no se centra en ese lugar, los damnificados vecinos de esa escuela si están y denuncian el olvido de las autoridades. “Señor Presidente de la República, señor Gobernador de la Ciudad de México, ¿por qué no se hacen héroes nacionales? Es el momento. ¿Cómo? Ayudando”, llama Guillermo González Salas.
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