Raymundo Riva Palacio - El Financiero
La bufalada lleva semanas rindiéndole honores adelantados al secretario de Hacienda, José Antonio Meade, a quien ven perfilado como único finalista para la candidatura presidencial del PRI –y quien se le sume–, para 2018. La semana pasada lo trataron con cordialidad y hasta genuflexión en su comparecencia en el Senado por la glosa del quinto Informe de Gobierno. Pero hay que tener cuidado. En el pasado, ya han sido varios quienes se fueron de bruces. En 1975, el secretario de Trabajo, Porfirio Muñoz Ledo, recibió una visita inesperada del presidente Luis Echeverría a su casa, quien le comentó que veía que su jardín era muy chico para recibir contingentes. Muñoz Ledo, dijo años después, pensó que el dedo lo había iluminado y rápido compró el terreno de atrás para ampliarla. El equipo de Alfredo del Mazo entendió mal las señales del presidente Miguel de la Madrid, y destapó al procurador Sergio García Ramírez como candidato, malinformando a La Jornada que lo publicó en una edición especial de ignominia. La moraleja es que cuando el presidente es priista, hasta que decida a quién quiere como sucesor, se conformará al candidato.
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