- El viejo fanatismo fundamentalista ha entrado y propaga sus apelaciones a la intolerancia
Un nuevo siglo tan veloz como veteado de líneas oscuras perfila una Europa que debe enfrentarse a un yihadismo encriptado, al terrorismo islamista de generación 2.0, a la amenaza terrorífica de jóvenes lobos solitarios. Unos días antes del último Ramadán, el imán delincuente Es Satty se fue de Ripoll —lugar de fundación ancestralmente monástica—, donde adoctrinaba a jóvenes de la tercera generación de inmigrantes musulmanes alistándoles para imponer el terror yihadista, como ha ocurrido en Las Ramblas de Barcelona. El yihadismo urde sus tramas de terror en toda Europa, con fondos de financiación salafista. Más de 5.000 jóvenes europeos —según Europol— han ido a luchar por la yihad en Siria e Irak, regresando luego a una Europa que envejece y con baja natalidad, una Europa incierta, en un proceso de integración intermitente, institucionalmente débil, con vecinos como Putin o Erdogan, que representan concepciones geoestratégicas contrapuestas a las de la Unión Europea e incluso valores hostiles.
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