- A la caída del PIB, la espiral de la inflación y el abaratamiento del crudo se suma ahora el aislamiento regional
A principios de julio, el supermercado Mi Negocio, un local de barrio que regentan inmigrantes portugueses y sus descendientes en la Alta Florida —una zona de clase media alta del norte de Caracas— amaneció cerrado. La víspera, un grupo de opositores había acosado a la responsable oficialista del Consejo Nacional Electoral (CNE), Socorro Hernández, mientras compraba en el establecimiento. Como represalia, las autoridades determinaron su cierre.
Al día siguiente, varios miembros de la Guardia Nacional rodeaban la tienda de abarrotes. Parecía otra medida de sanción. Pero no: Tras varias semanas sin aparecer, había llegado un despacho de harina de maíz precocida, necesaria para hacer arepas, el pan criollo de los venezolanos. El tumulto que ya se empezaba a formar requería de la presencia de los agentes del orden, armados con fusiles de asalto Kaláshnikov.
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