Raymundo Riva Palacio - El Financiero
Las protestas corrieron rápido, alimentadas por el coraje y el temor. Decenas de miles de personas, de Filadelfia a Los Ángeles, de Austin a Seattle, salieron a las calles a manifestarse contra Donald Trump, quien horas antes había sido declarado presidente electo de Estados Unidos.
Enfrente de la Torre Trump en la 5ª. Avenida en Nueva York, donde vive, cinco mil personas le gritaron “¡fascista!”. Frente a sus hoteles en Washington y Chicago, lo insultaron por “misógino” y “racista”. En la Universidad de Berkeley, en San Francisco, alumnos y maestros realizaron un paro; en la Universidad Americana, en Washington, quemaron la bandera de Estados Unidos. No fue sólo una reacción de las minorías. Mujeres y hombres blancos, cuya raza y género impulsaron a Trump a la Casa Blanca, se unieron al rechazo. El presidente Barack Obama ha buscado apaciguar los ánimos exacerbados de una nación que desde que hace 18 meses se empezó a dividir y sus muros se han extendido.
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