La victoria de Donald Trump despertó los peores augurios para el corto plazo de los EE.UU. El empresario en realidad no ganó unas elecciones presidenciales competitivas, sino que aplastó en las urnas al aparato de poder corporativo que ha mantenido el control político de la nación a través de Wall Street desde que el dólar se apropió de la economía mundial en Bretton Woods en 1944.
La elección de Trump dejó dos escenarios: el del hartazgo popular contra el establishment que representaban Barack Obama y Hillary Clinton y la reconfiguración de la sociedad estadunidense que no le interesó la hegemonía mundial sino su propia y lacerante pobreza.
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