- Bergoglio quiere agilizar y abaratar los procesos de nulidad de los matrimonios católicos
JUAN G. BEDOYA / El País
Aunque a veces tarde siglos, el Vaticano suele acabar entrando en razón civil. "Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre", dice el libro sagrado del catolicismo. Es el principio de la indisolubilidad. Ninguna causa, excepto la muerte, puede provocar la disolución de un matrimonio rato (válidamente celebrado) y consumado (la pareja ha hecho lo necesario para generar prole). El problema surge cuando decenas de miles de matrimonios católicos se rompen cada año mediante un divorcio legal (civil) y presionan a sus párrocos para volver a casarse y, además, seguir recibiendo la comunión. Varios sínodos romanos han debatido sobre esa cuestión en las dos últimas décadas, cerrando de momento el acceso de divorciados al sacramento eucarístico. Con su decisión de agilizar y abaratar los procesos de nulidad, Francisco sugiere que tampoco abrirá la mano en el sínodo convocado para el próximo octubre.
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