Enrique Quintana / El Financiero
La clave para que la reforma energética funcione, paradójicamente, no
está en el gran cambio constitucional sino en una modificación más
modesta: la de los ductos de gas natural.
La apertura a la inversión privada en actividades como la exploración, extracción, refinación, distribución de gasolinas, entre otras, tendrá un efecto de largo plazo en el crecimiento de la economía y en el bienestar de la población.
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