Economist Intelligence Unit / Periódico La Jornada
Durante lo más profundo de la crisis financiera,
el gobierno de Estados Unidos apoyó la economía. El Congreso aprobó en
octubre de 2008 el Programa de Alivio de Activos en Problemas (TARP, por
sus siglas en inglés) y los déficits de todos los niveles de gobierno
–federal, estatales y locales– se ensancharon, al elevarse el gasto
público (aun si el ingreso por impuestos descendió fuertemente), lo cual
dio cierto estímulo a la débil economía. Sin embargo, una vez que pasó
lo peor de la crisis, los políticos dieron prioridad a las medidas de
austeridad para reducir los déficits y la deuda pública, bajo la presión
de organizaciones conservadoras como el Tea Party.
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