Imposible saber aún a cuántos filipinos ha matado el
supertifón Haiyan —bautizado también como Yolanda— que el pasado viernes azotó este país castigado cada tanto por
catástrofes naturales;
la última, un terremoto hace un mes. Es imposible contar los muertos porque aún
es imposible llegar a buena parte de las zonas del centro del archipiélago
devastadas por el tifón posiblemente más potente que jamás ha tocado tierra.
Lugares donde no queda un edificio ni un árbol en pie, todo está anegado de
barro y los supervivientes buscan desesperados agua y comida. Los saqueos se
repiten, incluso han intentado saquear alguno de los cargamentos de ayuda
humanitaria. El presidente Beningno Aquino decretó ayer el estado de calamidad,
lo que implica el envío de 800 soldados y más dinero (423 millones de dólares)
para reforzar las tareas de rescate.
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