Sobre la sociedad gravita la idea de que amplios
sectores no podrán recuperar los niveles de vida anteriores ni un cierto grado
de seguridad. Se lima el pesimismo, pero sin vislumbrar mejoras futuras
José Antonio Gómez Yáñez / El País
Las élites políticas y
económicas transmiten complacencia, se sienten artífices de que la peor fase de
la crisis haya pasado y llegue “la recuperación”. La esterilización del
lenguaje político y económico impide descifrar qué significa esa palabra. ¿Qué
hay tras ella? Que los agregados estadísticos globales salen de las cifras
negativas. Pero eso no significa que el bienestar de las sociedades europeas, o
la española, retorne al punto de partida. La economía vuelve a crecer desde un
nivel mucho más bajo que el de hace cinco años después de la tremenda
destrucción de tejido productivo y empleo. Mucho bienestar, muchas seguridades
en las generaciones mayores de 50 años que sostienen los hogares, tal vez la
integración en el trabajo de la generación joven, han quedado astillados. Todo
toca fondo, y nuestras sociedades generan incluso en un ciclo bajo un nivel de
actividad económica del que es difícil bajar, aunque pudiera pasar. Se toca ese
nivel.
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