Han aumentado las clases medias y se vive una transición social y cultural, pero la gran asignatura pendiente sigue siendo la exclusión. Se necesita un impulso adicional para mejorar la calidad educativa
Otto Granados / El País
Los viajeros del siglo pasado decían que en América Latina uno puede
morirse de todo menos de aburrimiento. Es cierto. La era de las
dictaduras fue reemplazada, casi en general, por la normalidad electoral
y razonablemente democrática. Las crisis macroeconómicas desaparecieron, al menos por ahora, y gradualmente surgen signos de
bonanza. De ser el continente olvidado ha pasado a ser, comparado con
otras partes del mundo, una suerte de ejemplo en la apertura comercial y
el ordenamiento de las finanzas públicas. Y cuando la década iniciaba
con un panorama promisorio aparecieron, sin embargo, nubarrones que
recuerdan asignaturas pendientes e introducen nuevas interrogantes.
Dicho de otra forma: ya no es la crisis, sino la protesta.
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