viernes, 14 de junio de 2013

NO ES EL DESCONTENTO, ES LA DESAFECCIÓN

Si los ciudadanos pasan de los políticos, no les piden cuentas, no castigan a los corruptos y no premian a los que se lo merecen, ¿quién controlará a los partidos o a los Gobiernos? ¿Cómo se les obligará a cambiar?


Si en estos días se votara la palabra más utilizada para describir la política española, es muy probable que la desafección se alzara con el premio. Es un término omnipresente. No hay tertuliano que no llegue a tres conclusiones: una, que la desafección es el principal problema político; dos, que su causa está vinculada a la pésima actuación en todos los órdenes de los principales partidos durante la crisis económica; y tres, que ambos partidos están sufriendo por ello pérdidas electorales crecientes y quizá irreversibles. Pero todos tienen su propia idea de lo que sea desafección. Circulan así conceptos tan dispares como desorientación, decepción, insatisfacción, enfado e incluso cabreo y alienación.

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