Luis Linares Zapata / La Jornada
Sin importar el ya
trágico fracaso del modelo neoliberal como ruta única del poder
establecido en México, se continúa, bajo su égida y sin miramientos,
ensanchando la desigualdad imperante. Paso a paso, sin descanso ni
dudas, y hasta de manera acelerada, se acumulan tanto la riqueza como
las oportunidades en ciertos grupos y personas. Y, como su obligada
consecuencia, la precariedad y la miseria se instalan entre las
mayorías. La evidencia empírica así lo muestra ya sin tapujos que
valgan, tanto aquí como en casi todo el mundo. La caída del poder
adquisitivo de los salarios, en el último cuarto de siglo (1987 a 2013)
es de 80 por ciento. Sólo la acción concertada entre distintas clases de
elites (bajo el mando financiero) y los medios de comunicación, han
podido disfrazar los devastadores efectos de tal fenómeno. Una colección
de académicos y difusores, bien apoyados por los beneficiarios de tan
grotesco sistema, acuden presurosos para proclamar, de todas maneras, la
inminente república del progreso prometido.
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