sábado, 5 de enero de 2013

RESPONSABILIDAD GENERACIONAL

Tras el esplendor, vivimos de trabajos temporales y con un paro recurrente
Nacidos casi a la par que la democracia, los miembros de mi generación llegamos al mundo con la idea de progreso cincelada en el subconsciente. Crecimos al mismo tiempo que se desarrollaba el Estado de bienestar, viendo cómo nuestras casas siempre se hacían más grandes, cómo los coches eran cada vez mejores, cómo casas y coches se multiplicaban. Esa parecía ser la norma que regía la vida de los hombres. Cursamos la educación obligatoria, y luego el bachillerato y el COU y la universidad, porque era lo que había que hacer. Fue más o menos entonces cuando empezamos a notar que algo no iba bien. Vivimos nuestra primera crisis, la que en 1993 dobló la tasa del paro. No supimos reaccionar, nunca pensamos que podía haber un abismo al final del camino, y, como había a quienes no interesaba que siguiera subiendo la cifra del desempleo, seguimos estudiando y realizamos doctorados o pagamos los primeros másteres millonarios. En esa época, la realidad se estaba reconfigurando para nosotros. Aparecieron las primeras ETT, los contratos basuras, los contratos en prácticas, despertamos de repente en una espeluznante existencia de becarios, de trabajos temporales y de un paro disuasorio y recurrente.

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