Víctor M. Toledo / La Jornada
Hoy defender in situ
a la naturaleza es enfrentar ineludiblemente a las fuerzas desbocadas
del capital: grupos de talamontes locales o regionales, impulsores de
megaproyectos, gigantescas empresas mineras, de energía o del agua. Cada
conflicto ambiental es una batalla recia entre los intereses
corporativos o privados y el bienestar de los ciudadanos convertidos en
voceros, defensores y militantes de la naturaleza. En estas batallas el
Estado actúa casi siempre del lado de los primeros, y bajo los escudos
justificativos del
progreso, la
modernizacióny el
desarrollo. Cuando los intereses de la ganancia económica no logran corromper a abogados, jueces, presidentes municipales, funcionarios estatales y federales o bien dividir a las comunidades en resistencia, echan mano del último recurso que les queda: la cárcel, el secuestro, la amenaza de muerte y la muerte de líderes, abogados defensores y aún de funcionarios honestos.
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