Por Jesús Alberto Cano Vélez (*)
A pesar del alarde optimista y cómodo, que nos quiere tranquilizar y convencer de que las cosas van bien y que ya salimos de la crisis económica mundial, no son buenos los signos que nos transmite la economía mexicana, ni las expectativas para el futuro próximo en las economías de los pocos países que nos compran lo que producimos.
No es que queramos ver las cosas negras o que seamos pesimistas incurables. Lo que impulsa nuestra actuación es la necesidad de convencer de que hagamos algo los mexicanos por nuestro propio bien, por nuestra población; que no nos quedemos sentados a esperar que el sector externo de nuestra economía nos rescate de los graves problemas económicos que estamos sufriendo la preponderante mayoría de los mexicanos.
Es indiscutible que la corriente que nos arrastra en esta crisis mundial --como un río caudaloso-- es muy poderosa y mayor que nuestra capacidad para evitarla del todo; pero también es cierto que tenemos nuestro propio motor y timón que --bien usados-- nos podrían evitar lo peor. Se llaman políticas públicas y acciones gubernamentales promotoras de la actividad económica y del empleo.
En el México de hoy hay un desempleo y subempleo masivos. Los puestos están muy escasos. Los sueldos han bajado, y los precios han estado subiendo, no obstante que las cifras oficiales de los índices del costo de vida lo niegan.
No sólo se han generado en México ejércitos de desempleados en la última década de estancamiento económico, sino que ahora con la crisis, crecen cada año los jóvenes sin empleo y sin estudios, porque las instituciones de educación superior tampoco cuentan con los presupuestos para atender a los demandantes de educación.
Asimismo, observamos cómo la inversión extranjera directa (IED) se traslada a otros países, al contraerse en más del 45% la que viene a México, no obstante que la economía mexicana mantiene su estabilidad macroeconómica.
¿Por qué no viene, si supuestamente nos portamos tan bien?
El mensaje que se nos da es que no se ha sabido comunicar visión de futuro. No tenemos política industrial o una política y metas agrarias, donde se concentra tanta pobreza y desempleo en México; tampoco tenemos política educativa. En suma, no tenemos política económica articulada con metas y acciones específicas a cumplir.
Nuestras finanzas públicas están en la calle porque la recaudación no existe para satisfacer las necesidades del país; la inversión en México ha bajado peligrosamente; casi todo el énfasis de la acción del Estado mexicano está centrado en la lucha contra el crimen organizado. Y de lo demás: ¿Qué?
El estar totalmente comprometidos con el Consenso de Washington y su visión neoliberal nos impide siquiera considerar políticas públicas con metas o proyectos de país de largo alcance futuro.
Que el mercado nos guie y nos conduzca y que también defina las metas de México. Pero éste –el mercado-- no dice nada.
Tiempo fue, no hace muchos años, que México era el país más exitoso de las Américas. Nuestra cultura, música, dinámica económica, visión y ánimo de vida inspiraban a muchos de nuestros vecinos. Hoy es al Brasil a quien hay que voltear; y lo debemos hacer, porque hay mucho qué aprender ahí.
Es tiempo ya de una nueva Visión económica para México, incluyendo sus nexos con las demás disciplinas importantes para la vida nacional.
(*) Presidente de El Colegio Nacional de Economistas
A pesar del alarde optimista y cómodo, que nos quiere tranquilizar y convencer de que las cosas van bien y que ya salimos de la crisis económica mundial, no son buenos los signos que nos transmite la economía mexicana, ni las expectativas para el futuro próximo en las economías de los pocos países que nos compran lo que producimos.
No es que queramos ver las cosas negras o que seamos pesimistas incurables. Lo que impulsa nuestra actuación es la necesidad de convencer de que hagamos algo los mexicanos por nuestro propio bien, por nuestra población; que no nos quedemos sentados a esperar que el sector externo de nuestra economía nos rescate de los graves problemas económicos que estamos sufriendo la preponderante mayoría de los mexicanos.
Es indiscutible que la corriente que nos arrastra en esta crisis mundial --como un río caudaloso-- es muy poderosa y mayor que nuestra capacidad para evitarla del todo; pero también es cierto que tenemos nuestro propio motor y timón que --bien usados-- nos podrían evitar lo peor. Se llaman políticas públicas y acciones gubernamentales promotoras de la actividad económica y del empleo.
En el México de hoy hay un desempleo y subempleo masivos. Los puestos están muy escasos. Los sueldos han bajado, y los precios han estado subiendo, no obstante que las cifras oficiales de los índices del costo de vida lo niegan.
No sólo se han generado en México ejércitos de desempleados en la última década de estancamiento económico, sino que ahora con la crisis, crecen cada año los jóvenes sin empleo y sin estudios, porque las instituciones de educación superior tampoco cuentan con los presupuestos para atender a los demandantes de educación.
Asimismo, observamos cómo la inversión extranjera directa (IED) se traslada a otros países, al contraerse en más del 45% la que viene a México, no obstante que la economía mexicana mantiene su estabilidad macroeconómica.
¿Por qué no viene, si supuestamente nos portamos tan bien?
El mensaje que se nos da es que no se ha sabido comunicar visión de futuro. No tenemos política industrial o una política y metas agrarias, donde se concentra tanta pobreza y desempleo en México; tampoco tenemos política educativa. En suma, no tenemos política económica articulada con metas y acciones específicas a cumplir.
Nuestras finanzas públicas están en la calle porque la recaudación no existe para satisfacer las necesidades del país; la inversión en México ha bajado peligrosamente; casi todo el énfasis de la acción del Estado mexicano está centrado en la lucha contra el crimen organizado. Y de lo demás: ¿Qué?
El estar totalmente comprometidos con el Consenso de Washington y su visión neoliberal nos impide siquiera considerar políticas públicas con metas o proyectos de país de largo alcance futuro.
Que el mercado nos guie y nos conduzca y que también defina las metas de México. Pero éste –el mercado-- no dice nada.
Tiempo fue, no hace muchos años, que México era el país más exitoso de las Américas. Nuestra cultura, música, dinámica económica, visión y ánimo de vida inspiraban a muchos de nuestros vecinos. Hoy es al Brasil a quien hay que voltear; y lo debemos hacer, porque hay mucho qué aprender ahí.
Es tiempo ya de una nueva Visión económica para México, incluyendo sus nexos con las demás disciplinas importantes para la vida nacional.
(*) Presidente de El Colegio Nacional de Economistas
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