viernes, 13 de agosto de 2010

CALDERÓN ENTRE MAQUIAVELO Y MONTESQUIEU

José Fernández Santillán / El Universal
No sé por qué, pero estos Diálogos por la Seguridad convocados por la Presidencia de la República me han hecho recordar aquel famoso libro titulado Diálogos en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu (México, Colofón, 2007). En él, su autor, Maurice Joly, echa mano de estos dos clásicos del pensamiento político para mostrar la polaridad que existe entre la Realpolitik y lo que fue concebido como la idea señera de la institucionalidad civil.
En El Príncipe, Maquiavelo describe la forma en que, en los hechos, funciona el poder y la conducta de quienes han triunfado a lo largo de la historia en las luchas por conquistar y mantenerse a la cabeza de los gobiernos sin consideración moral alguna. Por el contrario, en El espíritu de las leyes, Montesquieu, describe la mejor constitución que consiste en la división de poderes, la supremacía de la ley y la fijación de límites precisos al poder de los gobernantes.
En tanto que Maquiavelo es la personificación del realismo político, del no hacerse ilusiones éticas con las cosas del poder, Montesquieu es la encarnación del institucionalismo que mira a proponer un determinado régimen político que garantice la libertad de los individuos. El primero justifica el engaño y la manipulación con el propósito de controlar a los hombres así como a los contrincantes; el segundo pone atención en la rectitud de la acción política para observar escrupulosamente las leyes tanto de parte de los gobernantes como de los gobernados.
Desde este mirador, vale la pena preguntarnos cuál fue el propósito de estos foros: ¿Aprovechar la preocupación generalizada respecto de la inseguridad para fines particulares de conveniencia y oportunidad electoral, lo cual parece ser la obsesión del presidente Felipe Calderón, o verdaderamente abrir la discusión para que los distintos sectores que componen nuestra heterogénea sociedad, aporten sus ideas a fin de frenar la escalada degenerativa de la violencia —lo que debería ser la preocupación de Calderón como jefe de Estado?
Si nos atenemos a los patrones de conducta del primer mandatario, la balanza se inclina por el lado maquiavélico. Sin embargo, me parece que, no por virtud, sino por necesidad, el inquilino de Los Pinos debe alzar la mirada para enfrentar un problema de Estado como es el reto que han lanzado las bandas criminales en contra de las instituciones y las leyes de la República.
Lo que parece ser la opinión de una buena porción de los participantes en estos foros es que el modelo de seguridad que el presidente Felipe Calderón puso en acto desde el inicio de su sexenio no ha dado los frutos apetecidos. Si el michoacano en verdad está dispuesto a cambiar su actitud, lo primero que debe hacer es abandonar la propuesta monotemática de echar por delante al Ejército para adoptar una visión multisectorial en la lucha contra la delincuencia organizada: golpear los dineros de los cárteles; llevar ante la justicia a los funcionarios y empresarios coludidos con las mafias de la droga; revisar a fondo la estructura y funcionamiento de la Secretaría de Seguridad Pública; promover la educación y la creación de empleos; reforzar las campañas contra la adicción; ponerle freno a la simonía de la que José Vidal-Beneyto en su libro póstumo La corrupción de la democracia (Madrid, Catarata, 2010) dijo que es uno de los agentes más corrosivos que pueden destruir el orden civil basado en la supremacía de la ley.
Profesor de la Escuela de Humanidades del ITESM-CCM

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