- El presidente de México no necesita intelectuales que defiendan su visión: él se basta para ello con sus alocuciones mañaneras y, próximamente, sus textos

López Obrador el pasado 21 de octubre en Palacio Nacional, en Ciudad de México. REUTERS
Sentirse arropado por el fervor del pueblo hace innecesarias muchas cosas, entre ellas el amor de los intelectuales. Andrés Manuel López Obrador no ha querido o no ha podido sostener una relación amigable con las comunidades académicas, científicas y culturales del país. Los “mandarines” y capitanes de las capillas que esculpen el canon del buen gusto en materia de ideas y tendencias son prácticamente unánimes en cuestionar el verbo del presidente, sus referencias a la historia, el manejo desenfadado de conceptos y definiciones, el caprichoso y reiterado uso de sus lecturas. No le perdonan a López Obrador la reapropiación tan sui generis que hace de tesis económicas, sociológicas, históricas o incluso teológicas, para justificar sus decisiones.
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