- El Estado de bienestar hunde sus raíces en el consenso social que buscó la Transición
Hace años, Francisco Comín, nuestro mejor historiador de la hacienda,
recordaba un axioma que compartiría cualquier especialista en la cosa
pública: la clave del desarrollo de todo Estado radica en sus impuestos.
Es una de las razones que explican la juventud de nuestro Estado de
bienestar: hasta los años setenta del siglo XX siguió vigente el sistema
tributario erigido en 1845. Nadie pensaba entonces que el Estado
debiera intervenir en la sociedad, ni cumplir otras funciones que las
mínimas para su supervivencia: defensa, orden público, diplomacia y
algunas infraestructuras básicas. La administración tributaria, enteca,
carecía de estadísticas sobre la riqueza, no había inspección, el fraude
era ingente y el reparto de la carga tributaria, injusto.
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