martes, 17 de febrero de 2015

UNA CONQUISTA DE LA DEMOCRACIA

  • El Estado de bienestar hunde sus raíces en el consenso social que buscó la Transición


Hace años, Francisco Comín, nuestro mejor historiador de la hacienda, recordaba un axioma que compartiría cualquier especialista en la cosa pública: la clave del desarrollo de todo Estado radica en sus impuestos. Es una de las razones que explican la juventud de nuestro Estado de bienestar: hasta los años setenta del siglo XX siguió vigente el sistema tributario erigido en 1845. Nadie pensaba entonces que el Estado debiera intervenir en la sociedad, ni cumplir otras funciones que las mínimas para su supervivencia: defensa, orden público, diplomacia y algunas infraestructuras básicas. La administración tributaria, enteca, carecía de estadísticas sobre la riqueza, no había inspección, el fraude era ingente y el reparto de la carga tributaria, injusto.

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