Fernando Schute / El Financiero
La concepción de Estado democrático considera en sí misma una
cultura de vida manifestada en el indispensable respeto de los
ordenamientos jurídicos que rigen nuestra conducta, así como a las
autoridades de los diversos niveles y competencias; de éstas su estricto
apego a la ley e irrestricto respeto a la dignidad de las personas y
sus derechos humanos. Por supuesto, esta cultura de vida entonces
presupone también la tolerancia y, en un estado ideal, la inclusión de
lo otro semejante que nos es aparentemente ajeno, de aquella otredad que
manifiesta en realidad la posibilidad de nuestra existencia misma aún
en lo diverso. Así, conceptos como legalidad, respeto, inclusión,
tolerancia y diversidad aparecen como actores principales del quehacer
diario en nuestras vidas.
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