David Ibarra / El Universal
En los momentos álgidos de la crisis mundial de 2008, tomaron cuerpo
iniciativas dirigidas a distribuir más equitativamente los costos de los
descalabros económicos. De ahí que se revivió la posibilidad del
llamado “impuesto Tobin” que gravaría a operaciones financieras
proclives a fomentar riesgos especulativos. Asimismo, se planteó la
creación de otros gravámenes, incluidos recargos por el aseguramiento de
los depósitos financieros. Por igual, surgieron ideas limitativas de
las remuneraciones extraordinarias que suelen concederse a los altos
funcionarios de las instituciones privadas.
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