Pero lo que quiero defender hoy es a la economía en su conjunto y
mostrar cómo esta ciencia resulta muy útil para problemas prácticos en
la vida real o del día a día. Y el premio Nobel de este año lo muestra
con toda claridad. Los ganadores fueron Alvin Roth, profesor de Harvard,
ahora en Stanford y Lloyd Shapley, profesor en la Universidad de
California. El motivo fue sus aportaciones al diseño de mercados. ¿De
qué estamos hablando?
Trataré de explicar de manera simple la idea. Durante toda nuestra vida
estamos continuamente participando en diversos mercados tratando de
encontrar a la contraparte ideal que nos represente la mejor opción
posible. Por ejemplo, cuando busco un trabajo quiero encontrar la mejor
opción, que me genere el mayor bienestar y sobre todo, la mayor
estabilidad. Todos sabemos lo desagradable y costoso que significa
entrar a un trabajo que no nos gusta y no nos ofrece las mejores
condiciones. No sólo reduce nuestro bienestar, sino que en poco tiempo
estaremos nuevamente dentro del estresante proceso de buscar un nuevo
trabajo. O que decir cuando buscamos a nuestra “media naranja”. La
búsqueda de nuestra pareja “óptima” no es un proceso sencillo. Si
tuviéramos a nuestro alcance un mecanismo que nos permitiera tomar la
mejor decisión, probablemente reduciríamos el alto y doloroso costo de
los pleitos y, en el extremo, los divorcios. Un caso más dramático es la
posibilidad de encontrar a un donador adecuado para el trasplante, por
ejemplo, de un riñón, en un mercado que no es posible comprar “el
producto” y es muy complejo.
En todos estos casos, el modelo más simple de texto nos dice que el
mercado debería resolver el problema. Por desgracia esto no siempre
sucede en la vida real y resulta útil contar con una ayuda que permita
resolver este problema. Es útil contar con un “ingeniero” que diseñe un
mecanismo que permita encontrar la solución para los participantes. Y
esto es precisamente lo que hicieron Shapley y Roth. El primero desde un
punto de vista teórico y el segundo desde un punto de vista más
aplicado. El primero desarrolló un “programita” que se llama algoritmo
que permite lograr que todos los participantes encuentren su contraparte
adecuada, queden todos contentos y además la solución sea estable,
mientras que el segundo lo aplicó a casos de la vida real.
Y ¿cómo sucede esto? Imaginemos el mercado de hombres y mujeres buscando
a su pareja. Cada hombre escoge y presenta su propuesta a su primera
opción. Cada mujer rechaza aquellas propuestas inaceptables, pero
posterga la respuesta en aquellos casos en los que no es definitivo el
rechazo. Cada hombre rechazado realiza una propuesta a su segunda
opción. De nuevo, cada mujer rechaza aquellas propuestas inaceptables
que además pueden incluir a aquellos individuos no rechazados en la
primera ronda, pero que ahora ya resultan inaceptables. El proceso se
repite hasta que ya no exista ninguna propuesta nueva; cada mujer
termina aceptando a su opción más preferida y se logran las parejas
adecuadas y estables. Seguramente este proceso resulta simple y poco
creíble para muchos de los lectores. Pero el principio de este mecanismo
ha sido en extremo útil para otros mercados. Por ejemplo, ha sido muy
exitoso en el mercado de los jóvenes médicos recién egresados que cada
año aplican a los hospitales para su internado. Roth les resolvió su
caótico proceso a mediados de los años noventa en Estados Unidos con muy
buenos resultados. También está funcionando para colocar a los alumnos
en las escuelas públicas de ciudades como Nueva York o en Boston. Y
también ha permitido establecer un interesante mecanismo en el caso de
la donación de órganos.
En México, algunos colegas están trabajando en esta interesante área,
como Alex Elbittar en el CIDE, sobre trasplantes renales en México, o
Alex Castañeda en el Colegio de México, sobre el diseño de mercados de
subastas. Realmente es un área muy fascinante y un claro ejemplo de la
utilidad de la economía en la vida diaria. Definitivamente, una gran
elección del jurado Nobel.
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