SERGIO AGUAYO / REFORMA
Esta Navidad Regalemos libros
Sergio Aguayo
La diferencia entre una opinión de tertulia y una tesis está en la calidad y manejo de la información. Con ese criterio reviso un discurso de Felipe Calderón y otro de Alejandro Poiré sobre el crimen organizado, las elecciones y las cifras confiables.
El desliz de Enrique Peña Nieto reavivó el perenne interés en la relación entre políticos y libros. Sostengo como hipótesis alternativa que la resolución de un problema en nada depende de la cantidad de libros leída por algún gobernante. El ideal de Platón de una República gobernada por filósofos tiene serias dificultades en la vida real porque ser intelectual no capacita para la política. Lo fundamental es que quienes gobiernan sean capaces de incorporar el conocimiento especializado a su gestión y ello se logra con diálogos virtuales o presenciales con los libros o sus autores.
En la última década Felipe Calderón Hinojosa ha mencionado sus hábitos lectores en al menos cuatro entrevistas. Ha citado, entre otros, Aura y el Kamasutra, a Jean Meyer, Krauze y Aguilar Camín. Sin embargo, como Presidente ha tenido una relación tenue y superficial con el conocimiento especializado. Ocasionalmente se toma un café con académicos sin que ello se refleje en su política de seguridad.
El 4 de diciembre el Presidente celebró sus cinco años en el cargo con una larga autocelebración de lo hecho durante el quinquenio. Es sintomático que toda su gestión la enmarcara con el combate al crimen organizado. Lo novedoso estuvo en una teoría inquietante: "la intervención palmaria y evidente de los delincuentes en procesos electorales, es un dato nuevo, es un dato preocupante" y es una "abierta amenaza a la democracia". En días posteriores siguió machacando la idea, el PRI se sintió aludido y reaccionó airadamente. Su nuevo dirigente, Pedro Joaquín Coldwell, habló de las "acusaciones temerarias lanzadas desde la presidencia". Y sí, hay algo irresponsabilidad temeraria en las afirmaciones sin sustento de esa magnitud.
Alejandro Poiré ha sido un funcionario poco común del gobierno calderonista porque ancla sus juicios sobre la violencia con información sólida que pone a disposición del público. A partir de que organizara en agosto de 2010 el primer diálogo público de Felipe Calderón con especialistas en seguridad, conocimos, por primera vez después de cuatro años, una Base de datos de ejecuciones, que luego fue cambiando de nombre. Se demostró con ello el compromiso con la transparencia.
Hace unos días Raúl Benítez Manaut evocó ese momento en la sección "El Palenque" de Animal Político: "exactamente hace 11 meses en la oficina que entonces dirigía el hoy secretario de Gobernación, Poiré, estaban circulando y sistematizando información valiosísima, municipio por municipio, sobre la violencia". Benítez luego dice que en "ese momento todos aplaudimos este hecho" (me incluyo en el reconocimiento). Alejandro Poiré entendió que la mejor forma de entablar un diálogo o un debate era a partir de información dura, sólida, medible. El paraíso fáctico llega hasta diciembre de 2010. Por razones jamás explicadas no han actualizado como prometieron la base de datos.
En septiembre pasado Poiré se fue a dirigir el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) y ya no hubo en el espacio público quien defendiera de manera articulada el punto de vista oficial sobre el combate al crimen organizado. Hace un mes regresó como titular de la Secretaría de Gobernación e investido con el cargo clausuró el pasado 8 de diciembre el II Foro de la Democracia Latinoamericana organizado por el Instituto Federal Electoral. Ahí unió su voz a la tesis calderonista al afirmar que uno de los "desafíos centrales que enfrentan las democracias de nuestra región estriba en evitar, en impedir que las contiendas electorales sean una nueva veta para los empresarios del crimen". Criticó a quienes evaden el tema e hizo un llamado a "reconocerlo, dimensionarlo y combatirlo".
Coincido con ese razonamiento que sin proponérselo condena el discurso de Felipe Calderón que reconoce la amenaza a las elecciones, pero sin dimensionarla. Por su formación y su comportamiento en cargos previos cabe solicitar al secretario de Gobernación que en este último año de gobierno proporcione la evidencia que sustente la afirmación presidencial y comparta cifras, datos y tendencias sobre un conflicto que durará años.
Nuestros políticos y gobernantes suponen que con la intuición basta para gobernar con éxito. Se equivocan en eso y en creer que basta con citar los tres libros que más los han impactado o enumerar los principales trabajos sobre inseguridad en México. Lo deseable y exigible es que aprendan a interactuar con quienes entienden de verdad el problema y que incorporen ese conocimiento a sus acciones de gobierno. Es riesgoso invocar a la seguridad nacional en vano.
Esta Navidad Regalemos libros
Sergio Aguayo
La diferencia entre una opinión de tertulia y una tesis está en la calidad y manejo de la información. Con ese criterio reviso un discurso de Felipe Calderón y otro de Alejandro Poiré sobre el crimen organizado, las elecciones y las cifras confiables.
El desliz de Enrique Peña Nieto reavivó el perenne interés en la relación entre políticos y libros. Sostengo como hipótesis alternativa que la resolución de un problema en nada depende de la cantidad de libros leída por algún gobernante. El ideal de Platón de una República gobernada por filósofos tiene serias dificultades en la vida real porque ser intelectual no capacita para la política. Lo fundamental es que quienes gobiernan sean capaces de incorporar el conocimiento especializado a su gestión y ello se logra con diálogos virtuales o presenciales con los libros o sus autores.
En la última década Felipe Calderón Hinojosa ha mencionado sus hábitos lectores en al menos cuatro entrevistas. Ha citado, entre otros, Aura y el Kamasutra, a Jean Meyer, Krauze y Aguilar Camín. Sin embargo, como Presidente ha tenido una relación tenue y superficial con el conocimiento especializado. Ocasionalmente se toma un café con académicos sin que ello se refleje en su política de seguridad.
El 4 de diciembre el Presidente celebró sus cinco años en el cargo con una larga autocelebración de lo hecho durante el quinquenio. Es sintomático que toda su gestión la enmarcara con el combate al crimen organizado. Lo novedoso estuvo en una teoría inquietante: "la intervención palmaria y evidente de los delincuentes en procesos electorales, es un dato nuevo, es un dato preocupante" y es una "abierta amenaza a la democracia". En días posteriores siguió machacando la idea, el PRI se sintió aludido y reaccionó airadamente. Su nuevo dirigente, Pedro Joaquín Coldwell, habló de las "acusaciones temerarias lanzadas desde la presidencia". Y sí, hay algo irresponsabilidad temeraria en las afirmaciones sin sustento de esa magnitud.
Alejandro Poiré ha sido un funcionario poco común del gobierno calderonista porque ancla sus juicios sobre la violencia con información sólida que pone a disposición del público. A partir de que organizara en agosto de 2010 el primer diálogo público de Felipe Calderón con especialistas en seguridad, conocimos, por primera vez después de cuatro años, una Base de datos de ejecuciones, que luego fue cambiando de nombre. Se demostró con ello el compromiso con la transparencia.
Hace unos días Raúl Benítez Manaut evocó ese momento en la sección "El Palenque" de Animal Político: "exactamente hace 11 meses en la oficina que entonces dirigía el hoy secretario de Gobernación, Poiré, estaban circulando y sistematizando información valiosísima, municipio por municipio, sobre la violencia". Benítez luego dice que en "ese momento todos aplaudimos este hecho" (me incluyo en el reconocimiento). Alejandro Poiré entendió que la mejor forma de entablar un diálogo o un debate era a partir de información dura, sólida, medible. El paraíso fáctico llega hasta diciembre de 2010. Por razones jamás explicadas no han actualizado como prometieron la base de datos.
En septiembre pasado Poiré se fue a dirigir el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) y ya no hubo en el espacio público quien defendiera de manera articulada el punto de vista oficial sobre el combate al crimen organizado. Hace un mes regresó como titular de la Secretaría de Gobernación e investido con el cargo clausuró el pasado 8 de diciembre el II Foro de la Democracia Latinoamericana organizado por el Instituto Federal Electoral. Ahí unió su voz a la tesis calderonista al afirmar que uno de los "desafíos centrales que enfrentan las democracias de nuestra región estriba en evitar, en impedir que las contiendas electorales sean una nueva veta para los empresarios del crimen". Criticó a quienes evaden el tema e hizo un llamado a "reconocerlo, dimensionarlo y combatirlo".
Coincido con ese razonamiento que sin proponérselo condena el discurso de Felipe Calderón que reconoce la amenaza a las elecciones, pero sin dimensionarla. Por su formación y su comportamiento en cargos previos cabe solicitar al secretario de Gobernación que en este último año de gobierno proporcione la evidencia que sustente la afirmación presidencial y comparta cifras, datos y tendencias sobre un conflicto que durará años.
Nuestros políticos y gobernantes suponen que con la intuición basta para gobernar con éxito. Se equivocan en eso y en creer que basta con citar los tres libros que más los han impactado o enumerar los principales trabajos sobre inseguridad en México. Lo deseable y exigible es que aprendan a interactuar con quienes entienden de verdad el problema y que incorporen ese conocimiento a sus acciones de gobierno. Es riesgoso invocar a la seguridad nacional en vano.
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