domingo, 9 de mayo de 2010

¿Y LA REFORMA FISCAL PARA ENFRENTAR LA CRISIS?

El Observador
Samuel García / El Semanario
La crisis de deuda que vive la economía griega no es un asunto pasajero ni —a estas alturas— un problema que sólo compete a los griegos. Su alcance y profundidad es mucho mayor y su desactivación —dada la camisa de fuerza que implica pertenecer a la zona del euro— no pasa por recetas fáciles, a tal grado que —como decíamos ayer— no pocos prestigiados economistas han puesto en duda el futuro de la economía del euro, con las reglas actuales.
No creo que se exagere al dimensionar el tamaño y potencial efecto de este problema por seis razones que retomo del editorial que hoy publica El Semanario:
“Primero, ahora no se trata de bancos, sino de Estados, los deudores más grandes, aunque teóricamente más seguros.
“Segundo, el margen de maniobra —tanto fiscal como monetario— está en buena medida agotado.
“Tercero, el impago de la deuda de algún Estado tendrá efectos perniciosos, de nuevo, sobre la gran banca, torpedeando, de nuevo, los canales de liquidez y crediticios.
“Cuarto, otra oleada de aversión al riesgo aumentará los costos de colocación de la deuda dificultando la emisión de deuda a tasas razonables y encareciendo el servicio de la deuda a niveles insoportables.
“Quinto, las mayores tasas de interés de la deuda neutralizarán los esfuerzos de los bancos centrales de mantener las tasas de interés bajas para reactivar la economía, y
“Sexto, de la crisis de deuda no está exento ni el mismo Estados Unidos.”
Es decir, por la naturaleza y profundidad de la crisis, las consecuencias económicas (nulo o bajo crecimiento por largos periodos) y sociales (elevado desempleo y pérdida de poder adquisitivo) de una crisis europea de deuda pueden ser mucho más graves —para Europa y para los países en desarrollo— que la propia crisis financiera que la desnudó en 2008 y 2009.
Es cierto que ante una potencial crisis económica de esta magnitud poco pueden hacer países como México para aislarse de los graves efectos que producen caídas en el comercio mundial, en la liquidez o en el nivel de los precios.
Sin embargo, mucho se puede hacer para amortiguar los golpes externos y reducir sus efectos perniciosos sobre el mercado interno y el bolsillo de los ciudadanos. La administración de las finanzas públicas y de la deuda es una buena carta de presentación a la comunidad de inversionistas, lo mismo que el manejo de la política monetaria en México. En este entorno de alta volatilidad y de potencial crisis, el gobierno y el banco central deben continuar fortaleciendo las reservas internacionales, como lo han venido haciendo.
Sin embargo las vulnerabilidades están a la vista: las finanzas públicas siguen dependiendo exorbitantemente del precio del petróleo que —en caso de una crisis económica— puede desplomarse por la caída en las previsiones de crecimiento global. Este asunto, olvidado temporalmente por un precio relativamente elevado, nos hará volver abruptamente a la realidad de finanzas públicas enclenques.
Y esta situación nos lleva al tema de fondo: la necesidad de reformar la política tributaria y fiscal, después de que en los últimos meses el gobierno, los partidos y el Congreso han colocado la reforma fiscal en el archivero de los pendientes, por así convenir a los tiempos
electorales.
La crisis europea en ciernes es la última llamada para aprobar una reforma fiscal en serio

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